Faro de Trafalgar
Convertirse en Delincuente en las playas de Cádiz (3)
Y ahora me tocó a mí, si a mí, en mis propias “Cannes Abiertas”, como dirían
mis colegas, Ignacio Andreu e Ismael Morillo, esos de la “Levantera”.
Esta historia es grotescamente real y tristemente
surrealista, pero tengo que contarla aunque no le importe a nadie.
En mis dos anteriores incursiones en la delincuencia, por
las costas gaditanas, hable de pequeñas grandes injusticias, de detalles que
podían convertir a un ciudadano normal, de los que estamos jodidos aunque no
nos quejemos demasiado, de los que abundamos en este país, vaya.
Iré al grano. Extraoficialmente
comenzaron mis vacaciones y, aunque quedan algunas tareas que culminar antes de
llegar a la oficialidad, mi cuerpo y sobre todo mi mente gozan solo de pensar
en el estado de relajación que ese momento te brinda. Hago mi maleta,
escrupulosamente repasada, es un verano de poniente por lo que no se deben
olvidar las prendas de abrigo, no voy a la sierra pero hace fresquito estos días
por las costas de Cádiz cuando se va
sol.
Solo de pensar en las
sardinas de la Kalima después de un baño gratificante en las frías aguas
atlánticas, en la Aceitera, ya entras en estados cercanos al clímax, pero uno se arma de valor y responsabilidad y
piensa, todavía no he llegado. Voy a guardar las mieles para cuando ya esté
allí, antes hay que conducir, ser prudente en la carretera, pagar la gasolina
como si tuviéramos sueldos de alemanes de clase media-alta y abonar un peaje
sangrante, sobre todo después de entregar un 21% de IVA en todo menos en
respirar y algunas cosillas más…..pero sin mucha importancia.
Pero claro, llegas, con la conciencia tranquila y las ganas
por las nubes. Deshaces tu maleta cual cajita de las sorpresas en busca de la
tranquilidad, la relajación y el dispositivo de salida de unas vacaciones, con
perdón, de puta madre. Irremediablemente piensas, ahora sí.
No sé si todavía influenciado por las penurias invernales,
profesionales ehh, que en lo personal, gracias a Dios o a quien este por ahí
arriba no tengo ninguna queja, decido hacer algo poco peligroso y muy decente.
Me voy a cenar a El Ratito, que está al lado de casa, y de allí me acerco a El
Saboy a tomar un par de cubatas para culminar la noche. En verdad que es un
placentero plan, pero bastante discretito. Bueno pero no peligroso para ir en
coche. El Ratito, el Saboy y mi casa están dentro del mismo kilómetro, un kilómetro
en el que solo hay asfaltado 30 metros y sin arcén, mil metros en los que hay
solo un punto donde tirar la basura y el agua del grifo no se puede beber
porque no es potable, un espacio en el que la huella de la civilización la
dejan los que viven todo el año ahí y pagan impuestos para no recibir nada a
cambio.
Y cojo mi coche,
porque uno tiene ya una edad y andar de madrugada por caminos sin iluminar como
que no mola, cubro la primera etapa con una cena entre amigos, un par de
cervezas y un chupito, para ser la primera noche no es un alarde.
Sigo mi camino al Saboy. Voy viendo en el carril a muchachos
y muchachas borrachos,con los coches abiertos y emanando sonidos, que algunos llaman música. Estoy
llegando y no hay aparcamiento. Joder,
debe de estar ambientado, pienso yo, y me da alegría. Pero cuando al fin
encuentro donde dejar mi arma letal, o coche, y entro al local, o sorpresa, está
vacío.
Ceci, desde la barra
me dice: “acaban de pasar para abajo, un vecino ha denunciado”. Y yo, egoísta
de mí y olvidándome del pobre vecino con insomnio provocado, pregunto: “No
estarán ahí delante parando a la gente no??”. Ceci me contesta: “Puede que estén ahí”. Así que yo, en un alarde de
responsabilidad, me voy andando para no tener problemas, total, solo es un kilómetro.
Bendita y sabia decisión. Justo antes de dejar la tierra bacheada por el
asfalto, dentro de un carril dejado de la mano de dios y de los políticos
responsables, hay un dispositivo policial, tan desproporcionado como molesto. Y
me pongo a pensar. Si hubiera cogido el coche estos agentes me habrían parado, registrado, invitado a soplar por un
tubo de plástico y chupar un algodoncillo, mágico y poco discreto, que dice lo
que has consumido en las últimas horas. Si hubiera cogido el coche sería un
DELINCUENTE EN LAS COSTAS DE CADIZ. Aun dando negativo en el algodoncillo, las
dos birras, el chupito y los dos cubatas
son suficientes argumentos para que te amarguen el verano. Y joder, acaba de
empezar.
El primer día lo saldamos con un Huyy y un paseo mañanero
para recoger el coche. Encima tendré que dar gracias. O no.
Quien juega con fuego suele terminar quemándose, pero yo
intentare no llegar a ser un delincuente, chamuscado, en esta bendita costa, aunque
trabajito me va a costar………
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