La matrícula SE-1, en 1905 (I)

Sevilla fue una de las provincias españolas que primero matriculó vehículos automóviles, concretamente en 1905
Nicolás Salas


Durante la primera mitad del siglo XX, la década de los años veinte registró el mayor número de matriculaciones, con 14.266 nuevas unidades. Desde 1905 hasta 1910, el parque de vehículos de la provincia sevillana sumó setenta y siete unidades. En 1920 ya circulaban 1.961 vehículos con matrícula de Sevilla, al sumarse las setenta y siete primeras unidades a las 1.884 incorporadas durante la década. En 1930, se alcanzó la cifra récord de 14.266 nuevos vehículos.
Pero luego vinieron dos décadas de crisis en el sector automovilístico. En 1940 sólo se sumaron 4.681 matriculaciones, y en 1950, todavía menos, 2.066. De manera que al término del medio siglo Sevilla tenía un parque de 22.974 vehículos, suma a la que debe restarse la pérdida de unidades por vejez y destrucción, circunstancia ésta última importante durante los años de guerra civil. Y sumarse los automóviles matriculados en otras provincias que circulaban en la capital y provincia.
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El automóvil era una máquina desconocida en las calles sevillanas durante los primeros años del siglo XX, máxime si tenemos en cuenta que en 1900 sólo había en España tres vehículos matriculados y que al término de la primera década del siglo sumaban 3.996 unidades. No obstante, circulaban algunos vehículos llegados a Sevilla en viajes de turismo o exhibición comercial, que acapararon la atención y fueron objeto de curiosos comentarios.
En 1905 se matriculó en Sevilla el primer automóvil y la placa SE -1 correspondió a un "Renault" adquirido por Vicente Turmo Romera. Aquel mismo año se matricularon otros seis vehículos y al término de la primera década el parque automovilístico sevillano sumaba la respetable cantidad de setenta y siete unidades.

El panorama del mercado de automóviles de turismo como el de motocicletas, se modificó sustancialmente durante los años cincuenta. En estos años hicieron su aparición unos triciclos para el reparto de mercancías pequeñas, que tenían sus paradas junto a las de los antiguos carrillos de mano. Naturalmente, la escasez de gasolina limitó tanto el uso de los automóviles y motocicletas como su adquisición, sometida además a rigurosos controles administrativos para evitar la salida de divisas.
El gasógeno fue la alternativa a la falta de carburantes, y los vehículos que utilizaban este aparato tenían una apariencia curiosa, a veces ridícula. Por cierto, en la Feria de Abril de los años cuarenta y primeros cincuenta apenas si hubo automóviles, y el “real” recuperó a la fuerza el tipismo de los carruajes con enganches de caballos y mulos.

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