Un perro imperial

El sello Green Ufos presenta el disco de debut de El Imperio del Perro
Nico Salas


El Imperio del Perro no es sólo un grupo de música. Es mucho más que eso. Es una actitud. Es una explosiva mezcla de inquietud juvenil, personalidad, inmenso talento y trabajo. Cuatro jóvenes de poco más de veinte años del barrio de San Julián, en el Casco Antiguo de Sevilla que debutan con un álbum homónimo repleto de himnos generacionales, elegante y primitivo al mismo tiempo, cerebral y apasionado.
El Imperio del Perro es rabioso rock juvenil, de poderosos riffs de guitarras y contundencia rítmica, por momentos agresivo, por momentos hipnótico y, siempre, auténtico, original y moderno.
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La banda está formada por Diego Cabeza, voz y guitarra, Javier Casanueva, guitarra, Juanma García, batería y Pedro Ortiz, bajo, el formato clásico de las formaciones de rock.
Estos cuatro músicos forman un grupo espléndido que ya ha comenzado su conquista. Sus armas: guitarras vehementes, ritmos estrepitosos y rugidos vigorosos, riffs vencedores y agudos relatos llenos de matices, combinando la crudeza y energía del punk, pero también las melodías del britpop, y un toque de stoner rock. Ojo con ellos, ¡muerden!
El imperio del Perro ya hace ruido en el panorama musical nacional. Prueba de ello son las inmejorables críticas que está recibiendo por parte de los profesionales del sector.
“La primera vez que escuchamos esto nos pareció un auténtico cañonazo, un ¡zas en toda la boca! Una de nuestras últimas bandas favoritas nacionales”, asegura Julio Ródenas, del programa Turbo 3 de Radio 3. “Tiene pinta de que nos van a traer unos cuantos melocotonazos más como este”, decía Ángel Carmona, de Hoy Empieza Todo, Radio 3, en uno de los programas musicales de culto en España.
El álbum del cuarteto de San Julián agarra de la solapa al oyente con la primera nota y lo arrastra, lo acaricia y lo sacude hasta que no termina el último de los cuarenta minutos de su incendiario debut. El Imperio del Perro comienza con la declaración de intenciones que es No me jodas, fuerza, actitud y hasta cierta agresividad: Yo soy un perro, tú eres un cerdo. ¡No me jodas!. Después llega Buitres, uno de los hits del disco, otro golpe en la mandíbula, “yo soy tu camino a la libertad, yo soy quien te atrapa en su ojo de cristal”. De ahí al toque soul de Circo, un pequeño descanso antes de la bofetada que es Blanco Roto y ese “na na na …” que engancha desde el primer segundo, gamberro, con cierta chulería, influido por el revival del pospunk.
Pero también saben apaciguar el tempo, como en La gran huida, que por melodías puede remitir a los primeros Strokes o Kasabian. Y entonces llega Os odio a todos (humano), la canción destinada a convertirse en himno generacional de este disco, un monumento a la melodía, con letras crudas, alegre, con todo lo mejor de la frescura del britpop, un canto de rebeldía post-adolescente destinado a perdurar y corearse en festivales. 24 y su toque de psicodelia doo wop, el latigazo de energía que es Ácido, polvos o cristal, ese Interludio en clave acústica, lo-fi; La fiebre de las cabañas, con un toque Interpol; San Julián, que sube la intensidad otra vez, quizás uno de los momentos más agresivos del disco, una descarga de adrenalina que deja el terreno expedito para rematar el trabajo con Sal de aquí, una despedida mayúscula para un álbum sublime.

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